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Entrevista a Juan Antonio Martín Cuadrado

Háblame de ti, preséntate…

Aunque almeriense de nacimiento, mi infancia transcurre en Galicia, posteriormente en Murcia y más tarde, ya como bachiller y universitario, en Madrid. De niño, comienzo a escribir relatos y poesía, realizando, de forma autodidacta, a los catorce años, mi primer cortometraje en 8 mm. Imaginativo y aventurero, introvertido y solitario, descubro en la literatura y el cine el medio de captar y expresar mi propia realidad. Desde los catorce a los veinticinco años, compaginándolos con mis estudios, realizo diecinueve cortometrajes en Súper 8 y 16 mm.

Una vez finalizados los estudios de Derecho (Murcia, 1975), intento dedicarme exclusivamente al cine profesional, trabajando en Madrid en los equipos de dirección de José María Forqué, Roberto Gabaldón, Jesús Yagüe y Gonzalo Suárez. La situación de la industria cinematográfica era cada vez más difícil, y me vi obligado a dejar el cine y comienzo a ejercer como asesor fiscal en Murcia tras realizar un máster de Derecho Fiscal.

Tras mis facetas juveniles como cineasta y montañero, un accidente de moto me hace descubrir el mar como un nuevo horizonte. Me inicio en la vela con el windsurf y más tarde Vagabundo, un velero de ocho metros se convierte en “las alas de mis sueños”. Con él, he cruzado en doce ocasiones el océano Atlántico en solitario.

Tienes una gran afición por la aventura, ¿qué disciplinas has practicado?

Creo que el espíritu aventurero es algo que me viene de familia, lo llevamos en los genes… ¡Qué te voy a contar a ti! (risas). Desde muy niño soñaba con grandes aventuras y expediciones. Todo lo que fuera imaginarme escalando el Cervino o el Everest, explorando fondos marinos o grutas desconocidas, era como un sueño para mí. Me apasionaba la naturaleza y cualquier posibilidad de sentirme parte de ella.

«Tras un grave accidente en una carrera de motocross, descubrí esa otra faceta del mar»

Montañismo, escalada, espeleología, submarinismo… y posteriormente, motocross. Fue precisamente tras un grave accidente en una carrera de motocross, cuando a través de las páginas de un libro (“Dove” de Robin Lee Graham, en el que se relata la vuelta al mundo en solitario de un muchacho de 16 años en un pequeño velero), descubrí esa otra faceta del mar, un inmenso horizonte sin fronteras, donde con muy poco…, el viento, el agua y un barquito de vela (un “hogar flotante”) se podía recorrer cualquier rincón del mundo, sintiéndose parte de la naturaleza y del universo. Años después y tras aprender a navegar en una tabla de windsurf, pude tener mi propio velero, Vagabundo, y con él comencé a sentirme en armonía con el mar, a conocerlo poco a poco…

Cuando dices la palabra “mar”, nace una gran sonrisa que no puedes disimular…

He cruzado trece veces el Atlántico, doce de ellas en solitario y una como tripulante de un gran velero. Imagínate… Algunas de esas experiencias las relato en el libro “Vagabundo, un sueño en el horizonte” publicado por Editorial Juventud.

¿Cómo llegas al mundo del Cine?

Desde niño, a causa de mi tartamudez, exagerada timidez y mi desbordante imaginación, comencé a escribir mis relatos y mis sueños para, posteriormente, plasmarlos en celuloide, realizando cortometrajes en 8mm, súper 8 y 16mm. A los 14 años rodé mi primer corto argumental y poco después, mi segundo corto obtuvo un premio en un certamen internacional. Fue una etapa apasionante compaginando estudios, cortos, festivales de cine y premios.

Pero si algo nos une, de verdad, es esta pasión que ambos tenemos por la montaña…

¡Sin duda! Eso sí, cuando ya creía que habían quedado atrás mis sueños por la montaña, surgió la oportunidad de formar parte de una expedición formada por dos amigos y montañeros almerienses y cuatro franceses, para ascender al pico más alto de Europa, el Elbrus (5.642m) en el Cáucaso. Fue una experiencia intensa, única. Nunca había practicado escalada en alta montaña, ni tenía el equipo necesario. Yo aportaría mis cámaras de fotos y cine (una Canon de súper 8 con sonido directo) y ellos me prestarían todo el equipo de escalada y ropa para resistir temperaturas de unos 40º bajo cero.

¡Cuéntame mejor esa hazaña!

Fuimos de Almería a París a reunirnos con el resto del equipo y de allí volamos a Estambul, Ankara, y a la frontera entre Turquía y Rusia, Sarpi (en aquella época estaba fuertemente militarizada por las tropas rusas ante el ambiente separatista; y unos meses después Georgia se independizaría de la URSS). Una vez cruzada la frontera fuimos a Batumi. De allá, un vuelo a Mineralnye Vody y un último trayecto en autobús nos llevó a Terskol, ya en el Cáucaso a 2.144m. Allí daba comienzo realmente la aventura.

«A casi cincuenta grados bajo cero y sin apenas oxígeno, avanzar un solo metro era una lucha por no dejarte vencer»

Ahora, después de tanto tiempo, al volver a ver las fotos, las escenas que rodé de la ascensión, las cintas grabadas durante aquellos días, han hecho que mis recuerdos me lleven a las laderas heladas del Cáucaso, al sonido de la guitarra y de las canciones rusas de nuestros guías durante los días de aclimatación en el “Priut 11”, aquel refugio a más de cuatro mil metros de altura. Al sonido de los crampones y piolets clavándose en el hielo mientras ascendíamos antes del amanecer hacia la cumbre del Elbrus… o al sonido de la ventisca y al de mi propia respiración, intentando llenar los pulmones de un aire helado, a casi cincuenta grados bajo cero y sin apenas oxígeno, que no te saciaba… que hacía que el ascender un solo metro fuera un esfuerzo agotador, una lucha constante contra ti mismo por no dejarte vencer. He recordado aquel momento mágico, a mitad de la ascensión, viendo salir el sol allá abajo, sobre aquel horizonte de montañas y picos cubiertos de nieve y hielo… y cuando, por fin, alcanzamos la cumbre, agotados, pero eufóricos por haberlo conseguido.

Al volver a ver el video, ¿qué recuerdas?

He recordado los abrazos de Mathieu, Mickael y Antonio, las fotos con las banderas de Francia y Andalucía… el espectáculo impresionante de ver todo el Cáucaso a nuestros pies… la sensación de sentirte en lo más alto, de tocar el cielo…y las felicitaciones de Marie, Janick y Javier, que se tuvieron que quedar en el refugio por problemas físicos y no pudieron hacer cumbre con nosotros, pero sé que todos nosotros vivimos una aventura que quedará para siempre grabada en nuestras memorias.

Tras sus palabras, sólo nos queda darle al play y revivir con estas imágenes inéditas aquella increíble hazaña…

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Entrevista para la Voz de Almería por Lola González

Foto: Fran Ramírez

– Lo primero, el viernes tiene una conferencia en Almería en tu faceta de arqueólogo y profesor de esta materia. El título es muy sugerente, el CSI de la Prehistoria, ¿nos puede adelantar algo del contenido?

Yo siempre comparo la disciplina a la que me dedico, la Traceología, con CSI, ya que a través de pequeños indicios podemos reconstruir algo tan importante como es el uso de los instrumentos prehistóricos. Los traceólogos observamos al microscopio los materiales que encontramos en las excavaciones arqueológicas y a través de las huellas de uso podemos saber cómo y para qué sirvieron sus herramientas, aunque éstas tengan 40.000 años. Mi charla tratará de acercar esta metodología de una manera sencilla y divulgativa a todo el público asistente.

¿Cómo éramos en la Prehistoria? 

¡A eso dedico mi vida! A intentar resolver cuestiones como saber donde vivían o cómo cazaban. Para ello creo que es fundamental estudiar los pueblos primitivos actuales, ya que son tribus que viven en la actualidad pero que su modo de vida es muy parecido a los de las sociedades prehistóricas. Yo he vivido una experiencia de este tipo con los lacandones, los indígenas que viven en la Selva Lacandona, en la frontera entre México y Guatemala y es algo que cambió mi manera de investigar. De ello también hablaré en mi charla.

– Eres de Almería, ¿ha tenido la oportunidad de trabajar en la provincia?

Aunque trabajo, desde 2011, como profesor en la Universidad de Murcia, yo soy de Vera. Por ello he crecido recorriendo nuestra provincia de cueva en cueva. A nivel arqueológico, he trabajado en las excavaciones que dirigió el Dr. Sergio Ripoll en Cueva Ambrosio (Vélez Blanco) y, actualmente, preparo un futuro proyecto en la provincia que tiene como objetivo conocer mejor el Paleolítico Superior.

– Almería es una provincia con un gran patrimonio prehistórico. ¿Qué opina de su conservación? ¿Estamos olvidando de dónde venimos e infravaloramos yacimientos como el de Los Millares o El Argar?

Ya lo dijo el gran Siret: “Almería es un museo a cielo abierto”. Posee un patrimonio arqueológico que es una referencia mundial y, por desgracia, veo que por regla general no se cuida ni se difunde lo suficiente. Eso hace que los almerienses no lo valoren como se merece. Y no sólo pasa con el patrimonio, sino con figuras tan importantes de nuestra tierra como Juan Cuadrado Ruiz, uno de los pioneros de la arqueología del sureste y fundador del Museo Arqueológico de Almería, y, por desgracia, es alguien poco valorado en la actualidad para la gran labor que realizó en su época.

– Es usted un hombre de estos del Renacimiento… arqueología, cine, poesía… ¿Cómo un arqueólogo inicia su andadura en el cine?

Mi pasión por el cine viene desde niño. Ya desde pequeño soñaba con ser Spielberg. Lo que no sabía es que, años después, iba a cumplir ese sueño rodando cortometrajes y ganando premios en festivales tan importantes como Sitges o el Festival de Málaga de Cine Español. No puedo vivir sin pensar en fotogramas, estoy enganchado al lenguaje cinematográfico.

– ¿Y cómo se adentra en la poesía?

También escribo desde que era adolescente, pero nunca pensé que un hobby me daría tantas alegrías. Hasta el momento tengo un libro publicado, “Primer Plano” (Instituto de Estudios Almerienses) y se han agotado todas las ediciones impresas por el gran número de ventas. Nunca pensé que mis humildes versos llegarían tan lejos…

 – Si tuviera que elegir, se quedaría con…

Sin duda, con el estudio de la Prehistoria. Actualmente ando totalmente inmerso en el mundo de la divulgación científica, ya que pienso que es necesario que la Arqueología salga de los laboratorios y llegue al gran público. Esta es la razón por la que decidí acercar nuestros orígenes a todo el mundo desde mi propio blog: PaleoPlaneta.com

 

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Entrevista para La Verdad por Antonio Arco

Fotografía: ©Vicente Vicens

Dice Ignacio Martín Lerma (Logroño, 1981): «Soy mucho más niño de lo que parezco». Arqueólogo vinculado a la Universidad de Murcia (UMU), experto en el Paleolítico, cortometrajista y poeta, no quiere dejar que se le escape ni un solo instante de existencia sin habérselo bebido, dulce o amargo, hasta el fondo. Y cuando llegue el tiempo de partir para siempre, que no haya maleta suficiente donde poder guardar las recuerdos exultantes de «los viajes, los paseos, los libros, / los ratos de silencio, las caricias, las huidas, / las trampas peligrosas donde caíamos a veces, / las palabras que al fin terminaban rescatándonos, / el primer día, los planes para volver a vernos, / una imagen de ti con el pelo mojado saliendo de la ducha, / o el tacto de tu piel todavía en mis dedos».

¿Qué no es cierto?

Pues, aunque es verdad que casi siempre llevo puesta una sonrisa de oreja a oreja, no es cierto que sea un arqueólogo, poeta y cineasta que no tiene ningún problema en la vida; claro que los tengo, pero me los guardo para mí y ni siquiera me gusta darle la paliza a los amigos con ellos.

¿Quién es usted?

Un tío muy soñador al que le encanta ponerse retos y que tiene bien claro que, aunque una noche se acueste con el ego por la nubes porque se ha sentido admirado por mucha gente, al día siguiente la vida se encarga de demostrarte que eres un puto pringado, como todos.

¿Qué hace con frecuencia?

Esforzarme por ir superándome. Llevo haciendo cortos desde que tenía ocho años, escribiendo poesía desde los nueve y queriendo ser arqueólogo desde que nací. El primer regalo de Reyes que recuerdo fue una bolsa con picos y palas, ¡qué felicidad!

¿Cómo era de pequeño?

Era un tímido de mucho cuidado. Ahora tengo aire de echado para adelante, y recito tan normal mis versos ante cientos de personas, pero yo era ese niño que se sentaba siempre en la última fila, al que le decían ‘pestañas’ y que cuando contaba un chiste no se reía ni Dios. No sé por qué era tan tímido, la verdad.

¿Por qué arqueólogo?

Me encanta el pasado, conocer los orígenes; creo mucho en la importancia de los principios y siempre me ha llamado la atención poder ir teniendo respuestas a esta pregunta: ¿de dónde venimos? Así es que el Paleolítico me vuelve loco. Me despertaba mucha curiosidad la industria lítica, que estudia las herramientas que se utilizaban entonces. Se ha analizado mucho cómo se fabricaban y el origen de la materia prima, pero mucho menos su funcionalidad. Un neandertal no hacía una herramienta para que luego llegase un arqueólogo y le pusiese nombre y apellidos, sino porque esta tenía una función. De investigar sobre esas funciones se encarga la traceología, disciplina en la que soy especialista y a la que se dedican muy pocos investigadores en España. Me parece una especie de CSI de la prehistoria muy interesante: intentar saber cómo se utilizaron y sobre qué materias.

¿Qué le resulta curioso?

Que una piedra que esté investigando, fea, pequeña y rota, me emocione tanto como ver un gran templo egipcio, maya o azteca.

¿A qué presta atención?

No quiero perderme ni una sola emoción, no quiero dejar de dar ni un solo beso, ni un abrazo, ni un apretón de manos; no quiero perder ni una sola oportunidad de escuchar a un amigo, ni quiero dejar de cuidar las palabras; me niego a dejar de ser el tío sensible, romántico y tierno que soy.

¿Sin qué no puede vivir?

Sin piedras, sin fotogramas y sin versos.

¿Qué ha sido una gran suerte?

Tener los padres que tengo, yo soy un calco de mi madre y de mi padre; nunca les podré agradecer lo suficiente que me hayan dedicado tanto tiempo, que hayan estado siempre tan cerca de mí y que se hayan empleado a fondo en educarme de verdad, día a día. Bueno, todo eso y que… ¡nos hayamos recorrido Europa en autocaravana!

¿Una decepción?

La primera vez que me rompí un poco por dentro, por una decepción afectiva, descubrí que eso que yo pensaba de que la gente es buena por naturaleza no es tan cierto; hay gente que parece disfrutar haciendo daño.

¿Qué ha llegado a hacer?

Ponerme un corazón coraza, como dice Mario Benedetti. Lo he hecho para evitar que me hagan daño; pero, al final, me termino quitando la coraza porque me da mucha rabia tener que ir por la vida sin poder fiarme de la gente. Creo que ir acorazado no es justo para mí porque viviría la vida de otra manera.

¿Qué ha logrado ser?

Cinturón negro de kárate.

¿Qué le cuesta trabajo?

Disgustarme, porque pienso que tomar disgustos es perder el tiempo. Huyo de los malos rollos.

¿Cuándo supo que esto de vivir no es fácil?

Lo supe desde niño. Mis padres son psicólogos y se dedican a temas de discapacidad. Me he criado rodeado de niños con síndrome de Down, con espina bífida, parapléjicos…; lo he vivido con normalidad, eran mis amigos. Sé lo frágiles que somos, lo dura que es la vida para mucha gente y lo que nos necesitamos unos a otros.

¿Qué reconoce?

Que quiero ser el mejor siempre y que eso no es posible.

¿Dónde se va?

A Marruecos, al desierto. Unos días de desconexión total. A ver amaneceres y puestas de sol y a escuchar el silencio.

¿Qué estuvo muy bien?

Estar dos meses en México dando clases, viajando mochila al hombro por sus yacimientos arqueológicos y haciendo mi nuevo corto.

¿De qué trata?

Es un corto sobre fantasmas, se titula ‘Children of the night’ y transcurre en un colegio. La hemos dirigido Carlos Cavalo y yo y la produce Jannet Trejo de Bajío Shimbun.

¿Por qué le interesa tanto el miedo?

Soy un friki del cine de terror, psicológico y de todo tipo, incluida la casquería pura y dura; un apasionado del miedo, de lo paranormal, de la violencia. En mi casa tengo un cuarto que llamo el cuarto del terror. Tengo más de 9.000 películas del género de terror. El miedo es una de mis obsesiones desde pequeño. Es nuestra emoción más básica y tiene mucho que ver en cómo nos movemos en la vida. Disfruto muchísimo jugando con los mecanismos del miedo. Y también con el cine violento; de hecho, uno de mis cortos más premiados, ‘Merry little christmas’, es muy bestia.

¿Con qué está de acuerdo?

Dice Orson Welles: ‘Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta’.

¿A qué no está dispuesto?

A tener que taparme con las sábanas de la resignación.

¿Qué no querría?

Estar triste. Tengo un verso en el que le pido a la tristeza que no me cierre los ojos.

¿Qué es lo peor?

Sentirse solo con la persona a la que amas.

¿Qué llegó a hacer tras un desengaño amoroso?

Tratar de engañar a mi casa, haciéndole creer que ella no se había ido. Intentaba cada día engañarla, pero ni la casa ni yo nos creíamos ninguna de mis mentiras.

¿Cuál es la realidad?

Que solo me gusta mi cuarto cuando su espacio lo ocupan dos.

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Entrevistas relacionadas con el mundo de la investigación

Para mí, el mayor reto de este blog. Aquí podréis encontrar entrevistas a diversas personalidades relacionadas con el mundo de la investigación. No sólo me refiero a expertos en la materia, sino también a esas personas, normalmente anónimas, que facilitan el trabajo de los arqueólogos; espeleólogos, senderistas, aficionados a la arqueología, conocedores del terreno, etc.

Esta sección nos dará la oportunidad de disfrutar con la ilusión y  la experiencia de aquellas personas que han dedicado parte de su vida a descubrir y facilitar el acceso a los grandes enigmas de nuestro pasado.